martes, 3 de abril de 2018

Epílogo de un viaje




Cuando llegué a la casa del Ciclista había cinco cicloturistas; la parejita de franceses del primer día y tres nuevos. Todos me ayudaron a bajar la caja y resto de equipaje, además de ayudarme también a meter todo en el maletero del taxi. Me despidieron con cariño y yo les desee suerte en su viaje, ya que ellos continuaban recorriendo Sudamérica.

Durante el camino y cuando llevábamos apenas 1 km el taxista quiso renegociar el precio del taxi. Le dije que ya estaba hablado, parecía que no estaba conforme así que le dije que me dejara allí mismo que ya pararía otro taxi. Eso pareció persuadirle y decidió llevarme al aeropuerto por el precio acordado.

Llegué sobre las 20:30 horas al aeropuerto de La Paz. Así que me quedaban tres horas y media horas para que saliera mi vuelo. La ida era directa desde Madrid a Lima. Importante para que la bici llegara bien. Pero la vuelta era más complicada con dos escalas y tres vuelos: La Paz- Lima, Lima- Guallaquil y Guallaquil-Madrid.


















































En esas tres horas y media hasta la salida de mi avión me dio tiempo a pensar en mi maravilloso viaje, las experiencias únicas, aquello que viví con tanta intensidad.

 Por mi cabeza pasaba la inmensidad y belleza del Amazonas, El glaciar Huaytapallana y su laguna verde esmeralda Lasuntay, las enormes montañas de Los Andes y sus gentes, Cuzco imperial y Machu Pichu, el altiplano peruano donde tanto disfrute en bicicleta, el inmenso Lago Titicaca, un mar a 4000 metros de altura. Puno y las islas de los Uros hechas de totora al igual que sus barcos. Taquile y Amantani las otras islas que visité en Titicaca. La impresión tan honda del Salar de Uyuni ya en Bolivia, la arquitectura colonial de Potosí y el Mercado de campesinos de Sucre en la bella ciudad blanca por excelencia, la increíble Carretera de la muerte ...
 Tantas experiencias y sentimientos a flor de piel. Uno se va haciendo mayor pero viajar hace que merezca la pena vivir. 33 días vividos como si fueran 1000. Cualquier cosa que se adquiere se puede perder, estropear o desvanecer, pero las experiencias y emociones de viajar nunca desaparecen. Es más, con el tiempo se acrecientan y enriquecen el alma cuando echamos mano de ellas en nuestro corazón.














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